Trituramos las almendras hasta hacer una especie de mantequilla. Añadimos las nueces y los copos de avena, y seguimos triturando.
Ponemos esta mezcla en un bol, añadimos el aceite de coco, la stevia y el cacao, y lo integramos bien con una espátula.
Forramos un molde desmontable con papel de hornear en la base y una tira de acetato en la pared. Repartimos la mezcla que acabamos de hacer en la base y presionamos con la espátula hasta cubrirla toda por igual.
Lavamos, limpiamos y troceamos las fresas (recuerda, 350gr una vez limpias). Las ponemos en un cazo con 2 cucharadas de agua y 1 cucharada de stevia, y calentamos a fuego medio, removiendo de vez en cuando, hasta que tengamos un coulis algo más líquido que una mermelada.
Trituramos para que quede bien fino y colamos para retirar las pepitas que pudieran haber de las fresas. Volvemos a colocar en el fuego, medio-alto.
Hidratamos las hojas de gelatina en agua fría, y cuando el coulis de fresa empiece a hervir, las escurrimos y las integramos. Apartamos del fuego y reservamos.
En un bol, batimos el queso hasta que esté cremoso.
De la misma manera, batimos la leche evaporada hasta que semi monte. No llega a quedar igual de montada que la nata, pero verás que gana bastante volumen. La añadimos al bol del queso y la integramos poco a poco con movimientos envolventes.
Por último, añadimos el coulis de fresas y volvemos a integrar con la espátula. Opcionalmente, podemos separar varias porciones del cheesecake y poner colorante, para mezclar colores al montar la tarta. Vertemos sobre la base en el molde y guardamos en la nevera durante por lo menos 4h.
Desmoldamos con cuidado, decoramos con más fresas, servimos, ¡y listo!