Tamizamos la harina en un bol con un colador para dejarla más fina, añadimos la stevia y la levadura.
Por otro lado, en otro bol mezclamos los huevos, la leche y la ralladura del limón. Batimos bien la mezcla y añadimos el toquecito de sal.
Ahora extraeremos la mantequilla que la tendremos bien fría y la añadiremos a la mezcla de la harina. Lo mezclamos bien con las manos o con dos utensilios (espátulas, lenguas de gato, cucharas...). Vamos mezclando durante un buen ratito, ya que el objetivo es que se pegue el máximo posible de mantequilla a la harina y que no queden grumos o pegotes.
A continuación mezclamos la mezcla líquida con la otra de la harina y la mantequilla. Con la ayuda de un tenedor vamos moviendo y batiendo e iremos viendo cómo se va volviendo consistente. Si vemos que no es una masa 100% densa añadimos más harina.
Seguidamente, habilitaremos una zona en la cocina, en la encimera o donde mejor os vaya, con un poco de harina espolvoreada para después amasar un poco con las manos y conseguir mayor consistencia fuera de ella. Cuando lo tengamos listo iremos haciendo bolitas chafaditas del tamaño de una cookie que iremos poniendo en una bandeja de horno con papel vegetal o de horno. Introducimos la bandeja en el horno que ya estará precalentado a unos 190º.
Nuestros scones los hornearemos durante 8-10 minutos a 180º para conseguir que se hagan por dentro y queden bien subiditos. Mi recomendación es después bajar un poco el horno y dejarlo al más mínimo para que se dore. ¡Bien! Ya tenemos nuestros scones sin azúcar, nos podremos creer que es un pan normal, de hecho lo parece... ¡Pero está dulce y con sabor a limón!