En un bol, mezclamos con una lengua de gato y movimientos envolventes (desde los bordes hacia adentro) el queso crema frío con la vainilla, la stevia y la canela.
Cuando esté bien mezclado (lo sabrás porque estará cremoso y con un color uniforme), añadimos alguna cucharada de mermelada de fresa o frambuesas (al gusto), y mezclamos sin dejar que se integre, es decir, con un palillo, un tenedor, o algo que haga que se mezcle pero sin deshacerse y juntarse con el queso.
Molemos las galletas como mejor nos vaya. Puedes usar un mortero, la picadora de hielo... yo últimamente uso este truco: meto las galletas en una bolsa de congelación o de plástico normal, la cierro y paso el rodillo de amasar por encima hasta que queda un polvo finito.
Colocamos las galletas molidas en un bol, que usaremos para rebozar nuestros bocaditos de cheesecake. Con la ayuda de dos cucharillas, vamos haciendo bolitas. Las tiramos sobre las galletas molidas, y las rebozamos. Para que queden redonditas, yo os aconsejo usar 3 cucharillas: dos para coger la masa de queso y preparar la bola, y otra para darle forma en el bol de las galletas. De esta manera, no se nos ensucia el queso del bol con galletas molidas.
Vamos colocando las bolitas en un plato, lo guardamos en la nevera, dejamos reposar un rato (media horita mínimo), ¡y listo! ¿A qué tienen buena pinta! ¡Y ha sido súper sencillo! :D
Acuérdate de servir estos bocaditos de cheesecake sin azúcar bien fríos, ¡es como más ricos están!